No es fácil seguir la pista del beratarra Joseba Beleztena y su guitarra: Sexty Sexers (high energy r’n’r), Sumisión City Blues (high energy rock’n’soul), Izaki Gardenak (Country, americana), Johnny ta Joseph (¿¡!?), Alice in Veins (Tributo Alice in chains), Max Gamuza… y colaboraciones puntuales con Willis Drummond, The Capaces, Petti, etc. Está claro que tiene talento (y tiempo) para dar y tomar el bueno de Joseba. Me chivan que, además, es un estupendo dibujante [chivatazo incorrecto], si bien los preciosos diseños de sus discos no son suyos sino de Xabier Sagasta (que merece la mención).
Aunque ya lo había fotografiado con Sexty Sexers y con Sumisión City Blues, Joseba no llamó mi atención hasta que, en mayo de 2012 -coincidiendo con mi cumpleaños, como si fuese un regalo- escuché por primera vez algo de su proyecto en solitario: Joseba B. Lenoir, y quedé absolutamente entusiasmado con lo que salía por los altavoces. Era el «Instroak vol.1», como su nombre indica, un disco instrumental. 7 canciones hipnóticas, evocadoras, folkies, bluesies; enseguida evocan al «Paris, Texas» de Ry Cooder o a los maestros del laid back del Tulsa Sound (JJ Cale on my mind).
Después de aquel ha editado otros dos discos (Instroak vol.2 y Tenpesta), además de unas cuantas «sessions», que se pueden escuchar íntegras en su bandcamp, pero no he tenido ocasión de verlo en directo hasta este pasado día 12. ¡Ya tenía ganas!
Y, si me gustaba en disco, en directo resultó demoledor. Parece imposible llevar esos discos al directo en formato one-man-band, pero la tecnología ha hecho un gran favor a los músicos solitarios con esas poderosas armas que son las Loop Stations, que, utilizadas con cariño y habilidad, convierten a un ejecutante en una banda, permitiendo grabar, en directo, frases musicales con cualquier instrumento, sobre las que añadir nuevas capas de sonido.
Joseba hace virguerías, capa sobre capa, con la Loop Station. Lo mismo para dejar ahí un riff de guitarra que para autohacerse coros de voz; además, con dos amplificadores, con lo que añade texturas sónicas al resultado final. Algo asombroso de verdad.
Así, él sólo con su «banda» (lleva tantos cachivaches que seguro que necesita roadies), es capaz de comunicar con perfección y sentimiento lo que ha puesto en sus discos y, en el camino, dejarnos con la boca abierta y, la mayor parte del tiempo, conseguir que el público esté callado y atento, cosa difícil en este tipo de conciertos y contextos (músico solitario, música intimista, ante audiencia de pie y con barra de bar disponible).
Por cierto, increíble que Joseba no de comiese ni un colín en el pasado Villa de Bilbao, en el que participó. In-cre-í-ble.