Comentaba en la anterior entrada, al hilo del llenazo de Nikki Hill en el Kafe Antzokia, que a algunos rockeritos nos duele su éxito, no porque nos parezca mal o inmerecido ¡no!, nos duele, sobre todo, por comparación con el que no obtienen otros a los que nosotros concedemos más méritos.
En este sentido, no me entra fácil en la mollera que Nikki Hill sea cabeza de cartel en un festival en el que también tocan los hermanos Dave Alvin & Phil Alvin (The Blasters). Sus composiciones, su historia y su saber hacer sobre el escenario, a mi modo de ver, les ponen muy, pero muy, por encima de lo que hoy en día ofrece el grupo de Nikki (que no es moco de pavo).
Pero como el mundo no tiene por qué ser como yo lo veo, en el Irún Zuzenean Festival 2014, que se organizó el pasado sábado día 8 en Ficoba, la guapa iba por encima de los históricos.
Last Fair Deal
Pero antes de que la armada americana lanzase sus andanadas, Last Fair Deal dio una (¡otra!) lección de lo bien que aquí se hace la música de allí. Novena vez que fotografío al trío southern-blues-rockero y no hay manera de que me aburran. Es cierto que, hasta ahora, todas y cada una de las 8 ocasiones anteriores han sido mejores que la anterior. Siempre in crescendo, siempre hacia arriba, siempre entusiasmándome cuando ya parecía que debían tocar techo.
Ese sábado en Ficoba, sin embargo, “sólo” me pareció un gran concierto. Estuvieron estupendos, pero no noté la frescura de otras ocasiones en las manos de su guitar-hero Gonzalo Portugal (si siempre pongo en él la responsabilidad de la genialidad, habrá que ser consecuentes cuando no me parece a la altura que nos tiene acostumbrados). Además, entraron en el terreno minado de los exhibicionismos instrumentales, cuando el guitarrista hizo un solo solo, de los de la base rítmica en silencio; alardes inéditos hasta la fecha (que yo haya visto) y que los acercan peligrosamente a los excesos del género que tan acertadamente venían esquivando. En fin, es difícil ganar 9 partidos seguidos y, en este, nos tuvimos que conformar con jugar bien. Supongo que para eso ensayan duro los grupos, para que cuando sale un día menos inspirado el concierto sea igualmente bueno. Es lo que se llama profesionalidad. Y, por lo que escuché entre el público que no los conocía, ganaron un buen puñado de nuevos fans. Premio al trabajo bien hecho.
Dave Alvin & Phil Alvin with The Guilty Ones
Los hermanos Alvin, Dave & Phil, por orden alfabético, Phil & Dave por orden de edad, son merecidísimas leyendas en el mundo del rockabilly y del rock de raíces en general o, directamente, como ellos lo bautizaron: american music. La prodigiosa garganta de Phil y la inspiradísima guitarra de Dave formaron un tándem imbatible en The Blasters, de los que sólo llegué a ver la versión de un solo hermano, el mayor, ya que la bronca entre ellos los hizo irreconciliables, hasta que la muerte los unió. Concretamente la muerte clínica a la que llegó Phil mientras estaba de gira en Valencia y de la que rescató la Dra. Cifuentes, según nos contaba en un emocionante relato Dave.
Una vez reconciliados, en vez de unir a los Blasters, han decidido grabar un disco puramente fraternal, de versiones de Big Bill Broonzy al que, muy elocuentemente, han titulado Common ground (el disco está muy bien, por cierto) y con él están girando ahora, con el muy competente acompañamiento de The Guilty Ones, o lo que es lo mismo, la banda de Dave (The Guilty Men) reconvertida en “Ones” por la entrada de una mujer, Lisa Pankratz, a la batería (nos estamos acostumbrando últimamente a ver féminas a los tambores).
Aunque el repertorio no fuese el de la banda madre, la ocasión de ver a los hermanos, juntos otra vez, en Irún era algo que no podía dejar pasar, aunque conseguir cama a precio razonable en la ciudad fronteriza fue una odisea por culpa de la carrera popular Behobia-San Sebastián. No obstante, ¡lo conseguí!
Y, ¡en buena hora!. ¡Qué gran concierto!. Phil, el pobre, no está para muchos trotes y no dice ni mú durante todo el tiempo que está en el escenario, estando ahí, como ausente, pero evidenciando que lleva las canciones esculpidas en el ADN, en cuanto abre la boca para cantar, aquello suena como la gloria, dejando, de hecho, en evidencia a Dave en las canciones que canta él, supongo que para que no se agote el mayor. Algo increíble. Se ve que su cerebro está para poco más que para funciones básicas pero, por suerte, considera la música entre ellas. Dave, por su parte, deja claro a cada nota que toca que es un superclase que domina el mástil y el alma de la música americana igual que su hermano las cuerdas vocales. Ya sabéis, de esos que viéndolos te hacen creer que tú serías capaz de hacer lo mismo.
Y así fueron desgranando las canciones del disco, intercalando un Please, Please, Please de James Brown por aquí, un Border Radio por allá, acabando con un Marie, Marie -que no está en el setlist pero ya os lo cuento yo- y dejando tras de sí un aire de emoción y ocasión aprovechada que puso las cosas muy difíciles a la jovenzuela que vendría después.
Nikki Hill
A priori, ya era dura la tarea de encabezar este festival para el matrimonio Hill t aún más dura, claro, después del conciertazo de los hermanos. Parecía imposible salir al escenario a hacer algo que calase en el ánimo pero, las cosas como son y al cesar lo que es del cesar, aunque yo no acabe de entenderlo, el concierto les fue rodado.
El repertorio fue muy similar al del día anterior en el Kafe Antzokia, dejando fuera la versión de I am a Rocker, pero recuperándola por la insistencia del público que los obligó a salir dos veces. Porque así son las cosas y contra la realidad no hay que luchar: la gente pidió a Nikki los bises que perdonó a los Alvin y, por eso mismo, debemos entender que ella era la estrella de la noche. El público es soberano, el público decide a quién va a ver y el público es el que paga las entradas y los promotores, por supuesto, actúan en consecuencia. No hay más preguntas, señoría.
Y, una vez más, insisto, la música de Nikki Hill me gusta. Me gusta bastante, incluso, y aquí la estoy comparando con la de unos titanes como son los Alvin y, claro, sale perdiendo, pero eso no quiere decir que lo suyo no tenga ni calidad, ni sentimiento. Como dije en la entrada de ayer, espero seguir disfrutando de sus directos mucho tiempo y, ya de paso, espero poder valorar lo que hace más desemprejuiciadamente, en la medida en que ella madure como música y yo como espectador suyo, porque facultades para el rock and roll no le faltan.