La Gibson SG de Ruyter Suys -guitarrista de Nashville Pussy– está modificada y tiene un solo potenciómetro. Deja claro así que lo suyo es ir a piñón fijo, pero eso sí, al ritmo del diablo, al ritmo de rock macarra del que mola mucho.
Porque el rock macarra de Nashville Pussy mola. Hard rock enraizado en el viejo boogie con buena dosis de punk rock, coros hooliganescos, letras imposibles de llevar a la vida real más allá de la treintena y, como lideresa a la guitarra, una tía de ropas apretadas, protagonista absoluta que saca a las mujeres el orgullo de género y a los hombres el australopitecus que llevan dentro.
¡mola, claro que mola!
En disco son muy disfrutables y el último, Up the dosage, lo es especialmente; pero es en directo donde la presencia de la banda y los decibelios hacen más carnales las canciones. Bien es cierto que lo años pasan para todos y que el espectáculo ya no es tan físico, pero, en este caso, es posible que sea para bien.
El pasado martes en el Kafe Antzokia ví a los de Atlanta por cuarta vez y es en la que los he notado más centrados en el sonido y las canciones, sin por ello descuidar el espectáculo. Lo poco que se ha perdido en este segundo aspecto se ha ganado en calidad sónica y el conjunto resulta más disfrutable que el barullo de anteriores ocasiones.
Eso sí, se nota que les hace falta descansar más que hace unos añitos y alargaron las presentaciones mucho más de los deseable; incluyendo un paripé de desmayo, más teatrero que un puñetazo de pressing catch, a cargo de Blaine. No aportó nada, pero intuyo que es de esas chorradas que el día que no las haga se echarán de menos.
Antes de salir al escenario Nashville Pussy, calentó al personal B.C. Bombs, banda cuyos instrumentos podrían tener, como la guitarra de Ruyter, un solo potenciómetro porque lo suyo también es a piñón fijo. En este caso punk rock high energy, igualmente con estribillos coreables. Nada nuevo, pero como suelo decir yo: «mejor bueno que nuevo» y en el caso de BC Bombs, los he visto tres veces ya y cada vez ha sido mejor que la anterior. Así que ¡para qué inventar la rueda, eh!.